Kaleb, un prestigioso pianista retirado debido a un cáncer quería componer su última melodía antes de que llegase su hora, ya que no le quedaba mucho tiempo debido a su terrible enfermedad.
Era un muchacho joven, pero el cáncer lo consumía por momentos, y quería morir componiendo su última melodía, o por lo menos componerla del todo.
Un día, con muchas ganas e ilusión se acercó al piano, lo observó con gran detenimiento y cariñosamente, tocó la primera nota del piano; la más grave, la más pronunciada de todo el piano, la que más fuerte suena y la que más terror causa. Deslizando sus dedos a las demás notas. Esa nota grave, pronunciada que causaba pavor se fue convirtiendo en notas más dulces. Sufría una metamorfosis dicha nota, se convirtió en una hermosa, aguda, dulce, que causaba alegría dentro del corazón. Separó el dedo del piano y al oír la última nota se le cayó una lágrima de sus ojos, pensando que podría ser los últimos días que estaría junto a su piano, su compañero y mejor amigo.
Se sentó para intentar sacar por lo menos alguna melodía, pero sin éxito. Se frustró y se alejó del piano.
Y así varios días. Un día, desanimado se sentó de nuevo, y tocó una nota al azar, pensando que le animaría el sonido de esa nota, pero de repente, su cabeza se llenó de música, sus pensamientos se convirtieron en una primavera musical, la música floreció cual margaritas blancas coloreando de un puro color blanco el prado verde. Comenzó a plasmar en el piano todas las notas que en su cabeza se hallaban.
La melodía se compuso en a penas unas horas, era tan dulce y tan profunda a la vez, que era indescriptible, la melodía perfecta, solo faltaba la firma en la partitura, la puso orgulloso y lleno de felicidad.
Ya era tarde, se fue a descansar extasiado y con muchas ganas de volverla a tocar con su amado piano.
Pero, desgraciadamente no pudo ser . . .
Su melodía quedará en el recuerdo, será escuchada, pero no será lo mismo que si la ejecuta Kaleb, la música no sonará igual debido a que el sentimiento no es igual. Cualquier músico que quiera interpretarla no lo hará tan bien como lo hizo Kaleb, mientras la componía.
Kaleb será recordado. Para siempre, gracias a su última melodía.