La tristeza que evoca la desaparición de alguien en tu vida repercute en grandes ámbitos de tu rutina, puede que hicieras cosas con esa persona que no está, que estuviera en tus buenos o malos momentos, compañero sentimental, o incluso, tu padre o tu madre.
Pero, poco a poco, según pasan los días, los meses e incluso los años, vas dejando atrás todo lo que en el pasado te importaba, hasta, esa gente que ya no está.
Con esto quiero decir una cosa, las personas mueren realmente cuando las olvidas, cuando ya no están en tu mente, no cuando son guardadas en una caja alargada, de madera que se entierra; o en tarros en los que la ceniza es el principal contenido.
Matas a alguien con el corazón, con la cabeza, con la mente y con tu ser, olvidándola, no hay mayor dolor que el olvido.